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Mostrando entradas de marzo, 2018

¡Jesús viene otra vez!

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He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Apocalipsis 22:12 .   ¿Era Cristo un falso profeta cuando pronunció estas palabras?   Han transcurrido más de mil ochocientos años desde que Juan oyó esta gran verdad, y el Señor no ha venido todavía para reinar.   ¿Pero dejaremos de esperar su advenimiento? ¿Diremos: “Mi señor tarda en venir”?   Mateo 24:48 .— The Review and Herald, 31 de julio de 1888 .   “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares...”.   Judas 14, 15 .   La doctrina de la venida de Cristo fue dada a conocer en aquellos lejanos tiempos al hombre que anduvo en continua comunión con Dios.   El carácter piadoso de ese profeta representa el estado de santidad que debe alcanzar el pueblo de Dios que espera ser llevado al cielo. ¿Diremos que hemos sido engañados respecto a la doctrina de la inminente venida de Cristo?   ¿Di
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El salvador de los hombres. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados. Isaías 53:5.  “La muerte de Cristo en la cruz fue consumada por su obediencia voluntaria, de lo contrario no hubiera habido ningún mérito en ello; porque la justicia no hubiera castigado en lugar del pecador a un ser inocente que no hubiese estado dispuesto voluntariamente a sufrir la pena.” “Jesús vivió, sufrió y murió para redimirnos. Se hizo el ‘Varón de dolores’ para que fuesemos hechos participantes del gozo eterno.  Dios permitió que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria a un mundo corrompido y manchado por el pecado, oscurecido por la sombra de la muerte y la maldición. Permitió que dejase el seno de su amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte.”—El Camino a Cristo, 6, 7. “La am
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Acercándonos a Dios con reverencia. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Lucas 11:2.  Para santificar el nombre del Señor se requiere que las palabras que empleamos al hablar del Ser Supremo sean pronunciadas con reverencia.“Santo y temible es su nombre”.Salmos 111:9. Nunca debemos mencionar con liviandad los títulos ni los apelativos de la Deidad. Por medio de la oración entramos en la sala de audiencia del Altísimo y debemos comparecer ante él con pavor sagrado.  Los ángeles velan sus rostros en su presencia. Los querubines y los esplendorosos y santos serafines se acercan a su trono con reverencia solemne. ¡Cuánto más debemos nosotros, seres finitos y pecadores, presentarnos en forma reverente delante del Señor, nuestro Creador!  Pero santificar el nombre del Señor significa mucho más que esto. Podemos manifestar, como los judíos contemporáneos de Cristo, la mayor reverencia externa ha
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El salvador de los hombres. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados. Isaías 53:5.  “La muerte de Cristo en la cruz fue consumada por su obediencia voluntaria, de lo contrario no hubiera habido ningún mérito en ello; porque la justicia no hubiera castigado en lugar del pecador a un ser inocente que no hubiese estado dispuesto voluntariamente a sufrir la pena.” “Jesús vivió, sufrió y murió para redimirnos. Se hizo el ‘Varón de dolores’ para que fuesemos hechos participantes del gozo eterno.  Dios permitió que su Hijo amado, lleno de gracia y de verdad, viniese de un mundo de indescriptible gloria a un mundo corrompido y manchado por el pecado, oscurecido por la sombra de la muerte y la maldición. Permitió que dejase el seno de su amor, la adoración de los ángeles, para sufrir vergüenza, insulto, humillación, odio y muerte.”—El Camino a Cristo, 6, 7. “La am