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¡Feliz Año Nuevo!

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Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmos 90:12.  Otro año de vida se ha hundido en el pasado. Ante nosotros se abre un nuevo año. ¿Cuál será su historia? ¿Qué escribiremos cada uno sobre sus páginas inmaculadas? Eso lo decidirá la manera en que pasemos cada uno de los días.  Comencemos el nuevo año con nuestros corazones limpios de la contaminación del orgullo y el egoísmo. Descartemos toda indulgencia pecaminosa, y procuremos ser fieles y diligentes alumnos de la escuela de Cristo. Un nuevo año abre sus limpias páginas ante nosotros.  ¿Qué escribiremos en ellas?  Procuremos comenzar este año con propósitos correctos y motivos puros, como quienes tendrán que rendir cuenta delante de Dios. Nunca olvidéis que vuestros actos están pasando a la historia por medio de la pluma del ángel anotador. Tendréis que volver a encontraros con ellos cuando se comience el juicio y se abran los libros. 

Los días finales

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 La caída del hombre llenó todo el cielo de tristeza... Los ángeles suspendieron sus himnos de alabanza. Por todos los ámbitos de los atrios celestiales, había lamentos por la ruina que el pecado había causado. El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovió de compasión por la raza caída. Una infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podría ser redimido. La quebrantada ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo solo existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre. Puesto que la ley divina es tan sagrada como el mismo Dios, solo uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre ...

Sólo una luz para iluminar la senda

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Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto. Proverbios 4:18. El amor de Cristo en el corazón, que revela por medio de la vida su maravilloso poder, es el mayor milagro que puede realizarse ante el mundo caído y contencioso. Tratemos de obrar este milagro, no con nuestro propio poder sino en el nombre del Señor Jesucristo, de quien somos y a quien servimos. Llenémonos de Cristo, y el poder milagroso de su gracia será tan plenamente revelado en la transformación del carácter que el mundo se convencerá de que Dios envió a su Hijo al mundo para que los hombres sean como ángeles en carácter y vida.  Los que verdaderamente creen en Cristo se sientan junto a El en los lugares celestiales. Aceptemos la insignia del cristianismo. No es un distintivo externo, no es usar una cruz o una corona, sino algo que revela la unión del hombre con Dios. Despojérnonos “del viejo hombre con sus hechos, y... revestido del nuevo, el cual conforme ...

El destino del mundo predicho

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“¡Oh si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz!   mas ahora está encubierto de tus ojos.   Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.”   Lucas 19:42-44 .   Desde lo alto del monte de los Olivos miraba Jesús a Jerusalén, que ofrecía a sus ojos un cuadro de hermosura y de paz.   Era tiempo de Pascua, y de todas las regiones del orbe los hijos de Jacob se habían reunido para celebrar la gran fiesta nacional.   De entre viñedos y jardines como de entre las verdes laderas donde se veían esparcidas las tiendas de los peregrinos, elevábanse las colinas con sus terrazas, los airosos palacios y los soberbios baluartes de la capital israelita.   La hija de Sión parecía decir en su orgullo: “¡Es...