Una fe que obra.



Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe. Filipenses 3:9. 

Una cosa es leer y enseñar la Biblia, y otra cosa es tener mediante la práctica, injertados sus principios de vida y de santidad en el alma... “Por gracia sois salvos por la fe”. Efesios 2:8. La mente debería educarse a ejercer la fe antes que a acariciar la duda, la suspicacia y los celos. Estamos demasiado inclinados a considerar los obstáculos como imposibles de superarse. 

El tener fe en las promesas de Dios, el avanzar por fe sin dejarse dominar por las circunstancias es una lección dura de aprender, y sin embargo es una necesidad impostergable para cada hijo de Dios el aprender esta lección. Debe cultivarse siempre la gracia de Dios mediante Cristo porque nos es dada como la única manera de acercarnos a Dios.

La fe mencionada en la Palabra de Dios exige una vida en la cual la fe en Cristo sea un principio activo y viviente. Es la voluntad de Dios que la fe en Cristo sea perfeccionada por las obras. El conecta la salvación y la vida eterna de los que creen con estas obras, y mediante éstas provee para que la luz de la verdad vaya a toda nación y pueblo. Este es el fruto de la operación del Espíritu de Dios. 

Mostramos nuestra fe en Dios obedeciendo sus órdenes. La fe siempre se expresa en palabras y acciones. Produce resultados prácticos, porque es un elemento vital de la existencia. La vida que está modelada por la fe engendra un propósito de avanzar, de ir adelante siguiendo las pisadas de Cristo.

La fe que obra por el amor y purifica el alma produce frutos de humildad, paciencia, tolerancia, longanimidad, paz, gozo y obediencia voluntaria.

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