Bajo la disciplina de Dios.



¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Salmos 19:12.

Necesitamos estudiar los motivos que impulsan a la acción, a la luz de la ley de Dios, para comprender nuestras deficiencias. Pero si bien el instrumento humano ve sus pecados, no debe desanimarse, aunque se vea condenado por los preceptos de la justicia.

Debe ver y comprender la pecaminosidad del pecado, debe arrepentirse y tener fe en Cristo como su Salvador personal.

No es seguro pensar que poseemos virtudes y que debemos felicitarnos por las excelencias de nuestro carácter y nuestro actual estado de piedad. David a menudo triunfó en Dios y, sin embargo, a menudo se ocupó de su indignidad y pecaminosidad.

Su conciencia no dormía ni estaba muerta. Exclamó: “Mi pecado está siempre delante de mí”. Salmos 51:3. No se halagó pensando que el pecado era algo que no le concernía.

Cuando vio las profundidades engañosas de su corazón... oró para que Dios lo librara de los pecados de presunción, y lo limpiara de las faltas secretas.

No es seguro que cerremos los ojos y endurezcamos la conciencia de tal manera que no veamos o comprendamos nuestros pecados. Necesitamos apreciar la instrucción recibida acerca del carácter odioso del pecado, a fin de confesar sinceramente y olvidar nuestros pecados.

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9. ¿Queréis ser limpiados de toda injusticia?.

Si estáis progresando hacia adelante y hacia arriba, procurando alcanzar nuevas alturas en educación y cosas espirituales, tendréis discernimiento para comprender qué se requiere de vosotros.

Tendréis al Espíritu Santo para ayudaros en vuestras flaquezas... No andéis con vacilación, sino firmemente en el poder y la gracia de Jesucristo. A fin de conocerle.

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