Nos hace vencedores.



Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he venido al mundo. Juan 16:33. 

Cristo no desmayó ni se desalentó, y sus seguidores han de manifestar una fe de la misma naturaleza perdurable. Han de vivir como él vivió y obrar como él obró, porque dependen de él como el gran Artífice y Maestro. 

Deben poseer valor, energía y perseverancia. Aunque obstruyan su camino imposibilidades aparentes, por su gracia han de seguir adelante. En vez de deplorar las dificultades, son llamados a superarlas. No han de desesperar de nada, sino esperarlo todo. Con la áurea cadena de su amor incomparable, Cristo los ha vinculado al trono de Dios.

 Quiere que sea suya la más alta influencia del universo, que mana de la fuente de todo poder. Han de tener poder para resistir el mal, un poder que ni la tierra, ni la muerte ni el infierno pueden dominar, un poder que los habilitará para vencer como Cristo venció.—El Deseado de Todas las Gentes, 634. 

La inspiración registra fielmente las faltas de los hombres buenos que fueron distinguidos por el favor de Dios; en realidad, sus defectos resaltaban más que sus virtudes.

Los hombres a quienes Dios favoreció, y a quienes confió grandes responsabilidades, fueron a veces vencidos por la tentación y cometieron pecados, tal como nosotros hoy luchamos, vacilamos y frecuentemente caemos en el error. Sus vidas, con todos sus defectos y extravíos, están ante nosotros, para que nos sirvan de aliento y amonestación. Si se los hubiera presentado como personas intachables, nosotros, con nuestra naturaleza pecaminosa, podríamos desesperar por nuestros errores y fracasos.

 Pero viendo cómo lucharon otros con desalientos como los nuestros, cómo cayeron en la tentación como nos ha ocurrido a nosotros, y cómo, sin embargo, se reanimaron y llegaron a triunfar mediante la gracia de Dios, nos sentimos alentados en nuestra lucha por la justicia. 

Así como ellos, aunque vencidos algunas veces, recuperaron lo perdido y fueron bendecidos por Dios, también nosotros podemos ser vencedores mediante el poder de Jesús.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 242, 243. 


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