Para tiempos de prueba.


Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.Santiago 1:12. 

Las potestades de las tinieblas rodean el alma y ocultan a Jesús de nuestra vista, y a veces no podemos hacer otra cosa sino esperar entristecidos y asombrados hasta que pase la nube.A veces estos momentos son terribles. Parece faltar la esperanza, y la desesperación se apodera de nosotros. En estas horas angustiosas debemos aprender a confiar, a depender únicamente de los méritos de la expiación, y en toda nuestra impotente indignidad fiar enteramente en los méritos del Salvador crucificado y resucitado. 

Nunca pereceremos mientras hagamos esto, nunca. Cuando la luz resplandece sobre nuestra senda, no es difícil ser fuertes con el poder de la gracia. Pero para aguardar con paciencia y esperanza cuando las nubes nos rodean y todo está oscuro, se requiere una fe y una sumisión que una nuestra voluntad con la de Dios.

 Nos desalentamos demasiado pronto, y pedimos ardientemente que la prueba sea apartada de nosotros, cuando debiéramos pedir paciencia para soportarla y gracia para vencerla.—Joyas de los Testimonios 1:108, 109.

Los que se convierten a Dios con corazón, alma y mente, encontrarán en él apacible seguridad... El conoce justamente lo que necesitamos, justamente lo que podemos soportar, y nos dará gracia para soportar toda prueba que sobrevenga. Mi oración constante es que nos acerquemos más a Dios.—Hijos e Hijas de Dios, 21. 

En su gran amor, Dios procura desarrollar en nosotros las gracias preciosas de su Espíritu. Permite que hallemos obstáculos, persecución y opresiones, mas no como una maldición, sino como la bendición más grande de nuestra vida.

Cada tentación resistida, cada aflicción sobrellevada valientemente, nos da nueva experiencia y nos hace progresar en la tarea de edificar nuestro carácter. El alma que resiste la tentación mediante el poder divino revela al mundo y al universo celestial la eficacia de la gracia de Cristo.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 95, 96. MGD 114.4


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