¿Cuánto nos ama Dios?



Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Juan 17:23.

Parecería casi demasiado hermoso creer que el Padre puede y quiere amar a cada miembro de la familia humana como ama a su Hijo. Pero tenemos la seguridad de que es así, y esta seguridad debería traer gozo a cada corazón, despertar la reverencia más elevada y provocar una gratitud indecible. El amor de Dios no es incierto e irreal, sino una realidad viviente.

El Creador de todos los mundos se propone amar a los que creen en su Hijo unigénito como su Salvador personal, así como él ama a su Hijo. Aun aquí y ahora se extiende su bondadoso favor sobre nosotros en esta maravillosa medida...

Además de todo lo que nos ha prometido para la vida venidera, también nos extiende magníficos regalos en esta vida, y como súbditos de su gracia él quisiera que gozáramos de todo lo que ennoblece, amplía y eleva nuestros caracteres. Su plan es hacernos idóneos para los lugares celestiales.

En la vida del hombre deben hacerse muchas cosas sagradas y seculares, algunas en los negocios, algunas en el ministerio de la Palabra y otras en las diferentes ocupaciones; pero cuando un hombre se entrega a Cristo y ama a Dios de todo su corazón, con toda su mente, con toda su alma y con todas sus fuerzas, servirá con una devoción que abarcará su ser entero... Reconocerá quién es el Dueño de sus facultades, el Dueño de todo su ser.Esta consagración revestirá su vida entera de un carácter sagrado que lo hará gentil, amable y cortés.  

 Todo acto de su vida será un acto consagrado. “Santidad a Jehová”, será su lema. Está bajo Cristo, preparándose para el superior grado celestial. En los lugares celestiales.

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