La maravillosa sencillez de la ley.

                                

La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Salmos 19:7.



Cuán maravillosa es la ley de Dios en su sencillez, extensión y perfección. En los propósitos y acciones de Dios hay misterios que la mente finita es incapaz de comprender.

 Pero en la ley de Dios no hay misterios. El intelecto más débil puede captar esos principios para regular su vida y formar su carácter de acuerdo con el Modelo divino. 

Si los hijos de los hombres obedecen esta ley lo mejor que pueden, obtendrán poder intelectual y capacidad de discernimiento para comprender aun más los propósitos y los planes de Dios.

El sacrificio infinito de Cristo hecho para magnificar y exaltar la ley, testifica de que ni una tilde, ni una jota de esa ley dejará de tener validez sobre el trasgresor. Cristo vino a pagar la deuda en que había incurrido el pecador por la transgresión, y a enseñar al hombre mediante su propio ejemplo a guardar la ley de Dios. Cristo dijo: “Yo he guardado los mandamientos de mi Padre”. Juan 15:10.

 Es inconcebible que tantos profesos servidores de Dios puedan descartar su ley y enseñar a los pecadores que sus preceptos no tienen validez para ellos. ¡Qué engaño fatal!... Vivimos en un mundo de esclavitud y muerte.

 Las multitudes están esclavizadas por costumbres pecaminosas y hábitos perjudiciales. Y es difícil romper sus grillos.

 La iniquidad, como diluvio, está inundando la tierra. Ocurren diariamente crímenes que son casi demasiado terribles para mencionarlos. 

¿Diremos que todo esto sucede porque los hombres viven en obediencia a la ley de Dios, o se debe a que los ministros y el pueblo enseñan que sus preceptos carecen de vigencia?

El que ha probado y encontrado que el Señor es bueno, no puede pensar seguir en el camino de la transgresión.

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