¡No dejéis morir de hambre a vuestra alma!



Mas los cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias que hay en las otras cosas, entrando, ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Marcos 4:19.

Debemos tener cuidado de no sobrecargarnos ni aun con aquello que parezca ser los cuidados necesarios de la vida, de modo que seamos incapaces de realizar la obra más esencial.

La mayor parte de los pensamientos y de las actividades que emprenden las manos y el corazón, se dedican a los intereses egoístas, personales y terrenos. Se les permite llegar a ser hasta tal punto absorbentes que excluyen de la atención a las cosas de la eternidad. Se deja que el alma muera de inanición por falta de alimento.

La mente y el cuerpo se agotan a causa de las largas horas de aplicación a las cosas mundanas. Satanás se propuso que sucediera así. Toda la frescura y el vigor de la mente, toda la agudeza del pensamiento, se dedican al mundo, y Dios recibe los pensamientos débiles y aturdidos, que son el fruto de una mente cansada y atormentada.

 Las cosas de la importancia más elevada, que pertenecen a la paz eterna, se subordinan a las preocupaciones comunes de la vida, y cada día se le roba a Dios el servicio que fortalecería espiritualmente y que elevaría los pensamientos hacia el cielo, y pondría al alma en comunicación con Dios y los santos ángeles.

No debemos permitir que las cosas de este mundo absorban de tal manera la atención que la mente y el cuerpo queden completamente monopolizados. Así se priva a quienes nos rodean de las palabras amables y de las obras que los ayudarían en la ascensión del camino. El canal de la luz está obstruido por los intereses mundanos. La gracia que Cristo anhela impartir, no puede derramarla.

Muchos llegan a tener cada vez menos fuerza para impartir a otros, porque no reciben poder de la Fuente de todo poder. Dios los invita a separarse de las cosas que corroen la mente y contaminan la experiencia religiosa.

Todos están apremiados por preocupaciones urgentes, cargas y deberes. Pero, cuanto mayor sea la presión que se ejerce sobre vosotros, cuanto más pesadas sean las cargas que debéis llevar, tanto mayor es vuestra necesidad de ayuda divina.

Jesús será vuestro ayudador. Necesitáis constantemente la luz de la vida para aliviar vuestro camino, y entonces sus rayos divinos se reflejarán sobre otros.

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