¿Dónde tenéis vuestra mira?

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.Colosenses 3:1, 2



Podemos anticiparnos en demasía en cuanto a las cosas de esta vida, y encontrarnos con frustraciones. Hallaremos que ellas [nuestras previsiones] se desvanecen. Pero aquí hay “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”. 1 Pedro 1:4. 

Tenemos necesidad de que nuestros pensamientos se arraiguen en las cosas que permanecerán, no sobre aquellas que se gastan con el uso. Si establecemos nuestra esperanza en el mundo inmortal, futuro, no seremos chasqueados. 

Cuando Cristo vino a este mundo, vio que los hombres habían dejado fuera de sus cálculos a la vida eterna, futura.

Vino para presentar esa vida delante de nosotros, para que con su contemplación pudiéramos ser guiados a cambiar nuestra relación con las cosas de esta vida, para que nuestros afectos pudieran ser puestos en las cosas de arriba, y no en las cosas de la tierra, que se desvanecen tan pronto Cristo trata de desvanecer la sombra que Satanás ha originado, para interferir entre nuestras almas y Dios, para que la visión de Dios y la eternidad pueda ser clara.

Aunque Cristo no desprecia este mundo, lo coloca en su adecuada posición de subordinación. Y entonces pone las cosas eternas en su importancia relativa delante de nosotros, para que podamos fijar la mirada de la fe en lo invisible. 

Las cosas de interés temporal tienen el poder de absorber los pensamientos y los afectos, y es importante que constantemente encaucemos y eduquemos nuestros pensamientos a espaciarse en las cosas de interés eterno .

Mientras más del Espíritu de Dios y de su gracia sea llevado dentro de nuestra experiencia diaria, habrá menos disensión, tendremos más gozo y lo impartiremos más a otros.


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