La mayor obra del mundo.

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. Marcos 16:15. 



“Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura”, es la orden de Cristo.

No quiere decir esto que todos sean llamados a ser pastores o misioneros en el sentido común de la palabra; pero todos pueden ser colaboradores con él para dar las “buenas nuevas” a sus semejantes. Se da la orden a todos, grandes o chicos, instruidos o ignorantes, viejos o jóvenes.

Sobre todo aquel que conoce la verdad para este tiempo descansa la responsabilidad de darla a conocer a otros. Los siervos de Cristo son en gran medida responsables del bienestar y la salvación del mundo. Han de ser colaboradores de Dios en la obra de ganar almas para Cristo.

El tema que atrae el corazón del pecador es Cristo y Cristo crucificado. Sobre la cruz del Calvario Jesús se revela al mundo en un amor sin paralelo.

Presentadlo a las multitudes hambrientas, y la luz de su amor ganará a los hombres y los llevará de las tinieblas a la luz, de la transgresión a la obediencia y la verdadera santidad. La contemplación de Cristo en la cruz del Calvario despierta la conciencia para que perciba el carácter odioso del pecado como no puede hacerlo ninguna otra cosa.

Suspendido de la cruz, Cristo era el Evangelio... “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29.¿No mantendrán nuestros miembros de iglesia sus ojos fijos en un Salvador crucificado y resucitado, en quien se cifran sus esperanzas de vida eterna?Este es nuestro mensaje... para los impenitentes, nuestra exhortación para los afligidos, la esperanza para cada creyente. 

Si podemos despertar en la mente de los hombres un interés que les haga fijar sus ojos en Cristo, podemos hacernos a un lado y pedirles que continúen fijando sus ojos en el Cordero de Dios.Aquel cuyos ojos estén fijos en Jesús, lo abandonará todo.Morirá al egoísmo. Creerá en toda la Palabra de Dios, que está tan gloriosa y maravillosamente exaltada en Cristo.

Es privilegio de todo cristiano no sólo esperar sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan su nombre llevasen frutos para su gloria, ¡cuán prestamente quedaría sembrada en el mundo la semilla del Evangelio!

 La última mies maduraría rápidamente, y Cristo vendría para recoger el precioso grano.
Maranatha, el Señor viene.

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