Todos nuestros tesoros para Dios.

De gracia recibisteis, dad de gracia. Mateo 10:8. 



Todo lo que los hombres reciben de la bondad de Dios, sigue perteneciendo a Dios. Todo lo que él nos ha otorgado... ha sido colocado en nuestras manos para probarnos, para medir la profundidad de nuestro amor hacia él y nuestro aprecio por sus favores. Tanto los tesoros de las riquezas como los del intelecto, han de ser puestos como ofrenda voluntaria a los pies de Jesús.

Al dar a sus discípulos la orden de ir por “todo el mundo” y predicar “el evangelio a toda criatura”, Cristo asignó a los hombres una tarea: La de sembrar el conocimiento de su gracia. Pero mientras algunos salen al campo a predicar, otros le obedecen sosteniendo su obra en la tierra por medio de sus ofrendas.

No todos pueden hacer grandes ofrendas ni cumplir hechos extraordinarios; pero cada cual puede practicar el renunciamiento y manifestar el desinterés del Salvador. Los hay que pueden traer dones abundantes al Señor; otros pueden dar sólo un pequeño óbolo; pero el Señor acepta todo don hecho con sinceridad.

Muchos se sorprenderán al ver cuánto podrían economizar para la causa de Dios mediante actos de renunciamiento. Las sumitas ahorradas por actos de sacrificio contribuirán más para edificar la causa de Dios que las donaciones cuantiosas que no son el fruto de la abnegación.

La generosidad es el espíritu del cielo. El abnegado amor de Cristo se reveló en la cruz.

 El dio todo lo que poseía y se dio a sí mismo para que el hombre pudiese salvarse. La cruz de Cristo es un llamamiento a la generosidad de todo discípulo del Salvador. El principio que proclama es de dar, dar siempre... El principio de la gente del mundo es: Ganar, ganar siempr

La luz del Evangelio que irradia de la cruz de Cristo condena el egoísmo y estimula la generosidad.

 Muchos de los hijos de Dios están en peligro de dejarse prender en la trampa de la mundanalidad y la avaricia.Deberían comprender que es la misericordia divina la que multiplica las solicitudes de recursos... Hace así del hombre su intermediario para distribuir sus bendiciones en la tierra.

Dios ha establecido el sistema de la beneficencia para que el hombre pueda llegar a ser semejante a su Creador, de carácter generoso y desinteresado, y para que al fin pueda participar con Cristo de una eterna y gloriosa recompensa.

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