¿Lograremos la perfección ahora?.

Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Mateo 5:48.



Cuando Dios dio a su Hijo al mundo hizo posible para hombres y mujeres que fueran perfectos por el empleo de cada facultad de su ser para gloria de Dios. Les dio en Cristo las riquezas de su gracia, y un conocimiento de su voluntad. Al vaciarse de sí mismos y al aprender a andar en humildad confiando en la dirección de Dios, los hombres serían capacitados para cumplir los elevados propósitos de Dios para ellos.

La perfección del carácter se basa en lo que Cristo es para nosotros. Si dependemos constantemente de los méritos de nuestro Salvador, y seguimos en sus pisadas, seremos como él, puros e incontaminados.

Nuestro Salvador no requiere lo imposible de ninguna alma.No espera nada de sus discípulos para lo cual no esté dispuesto a darles gracia y fortaleza a fin de que puedan realizarlo. No les pediría que fueran perfectos, si junto con su orden no les concediera toda perfección de gracia a aquellos sobre los que confiere un privilegio tan elevado y santo.

Nuestra obra es esforzarnos para alcanzar, en nuestra esfera de acción, la perfección que Cristo en su vida terrenal alcanzó en cada aspecto del carácter. Él es nuestro ejemplo.En todas las cosas, hemos de esforzarnos para honrar a Dios en carácter... Debemos depender completamente del poder que ha prometido darnos.

Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades que los hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad es lo que todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como él vivió.—El Deseado de Todas las Gentes, 619, 620. 

Nuestro Salvador es un Salvador para la perfección del hombre en su totalidad. No es Dios sólo de una parte del ser.La gracia de Cristo obra para disciplinar toda la textura humana. El la hizo toda.

 El lo ha redimido todo. Ha hecho participantes de la naturaleza divina a la mente, la energía, el cuerpo y el alma, y todos son su posesión adquirida. Hay que servirle con toda la mente, el corazón, el alma y las fuerzas.


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