Sus promesas son mías.
Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por nosotros a gloria de Dios. 2 Corintios 1:20.
“La preciosa Biblia es un jardín de Dios, y sus promesas son los lirios y las rosas y los claveles.”
“Cuánto desearía que todos creyéramos en las promesas de Dios .
No tenemos que buscar en nuestros corazones esperando sentir una emoción de gozo como evidencia de nuestra aceptación ante el cielo, pero debemos tomar las promesas de Dios y decir ‘Son mías.’”
“Hay que recibir las Escrituras como palabra que Dios nos dirige, palabra no meramente escrita, sino hablada. Cuando los afligidos acudían a Cristo, él veía no sólo a los que pedían ayuda, sino a todos aquellos que en el curso de los siglos acudirían a él con las mismas necesidades y la misma fe.
Al decir al paralítico: ‘Confía, hijo; tus pecados te son perdonados’ (Mateo 9:2), al decir a la mujer de Capernaum: ‘Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz’ (Lucas 8:48), se dirigía también a otros afligidos, a otros cargados de pecados que acudirían a pedirle su ayuda.
“Y así es con todas las promesas de la Palabra de Dios.En ellas él nos habla a cada uno en particular, y de un modo tan directo como si pudiéramos oír su voz. Por medio de estas promesas Cristo nos comunica su gracia y su poder.
Son hojas de aquel árbol que son ‘para la sanidad de las naciones.’ Apocalipsis 22:2. Recibidas, asimiladas, han de ser la fuerza del carácter, la inspiración y el mantenimiento de la vida.”
La palabra de Dios es veraz.
Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová. Isaías 54:17. La gran apostasía, que se desarrolla e incrementa en forma creciente... continuará así hasta que el Señor descienda del cielo con aclamación. Debemos aferrarnos a los principios originales de nuestra fe denominacional y avanzar con fortaleza y fe crecientes. Debemos atesorar la fe sustentada por el Santo Espíritu de Dios desde los primeros acontecimientos de nuestra experiencia hasta el tiempo presente. Necesitamos ahora una fe que aliente, que sea más profunda, más ferviente e inconmovible en la conducción del Espíritu Santo. Si al comienzo necesitábamos la prueba manifiesta del poder del Espíritu Santo para confirmar la verdad, hoy, con el paso del tiempo, necesitamos toda la evidencia en la confirmación de la verdad, más aun cuando vemos que las almas se aparta...
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