Inesperada recompensa. El bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor. Efesios 6:8. En esta vida el trabajo que hacemos por Dios parece a menudo casi infructuoso. Nuestros esfuerzos para hacer bien pueden ser fervientes y perseverantes, sin que podamos ver sus resultados. El esfuerzo puede parecernos perdido. Pero el Salvador nos asegura que nuestra obra queda anotada en el cielo, y que la recompensa no puede faltar. La viuda pobre que echó las dos blancas en la caja del Señor, poco sabía lo que estaba haciendo. Su ejemplo de abnegación ha influido y ha vuelto a influir sobre millares de corazones en todos los países y en todas las épocas. Esa ofrenda ha traído a la tesorería de Dios dones de parte de los encumbrados y los humildes, de los ricos y los pobres. Ha ayudado a sostener misiones, a fundar hospitales, a alimentar a los hambrientos, a vestir a los desnudos, a sanar a los enfermos, a predicar el Evangelio a los pobres. Multitudes han sido bendecid
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La palabra de Dios es veraz.
Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová. Isaías 54:17. La gran apostasía, que se desarrolla e incrementa en forma creciente... continuará así hasta que el Señor descienda del cielo con aclamación. Debemos aferrarnos a los principios originales de nuestra fe denominacional y avanzar con fortaleza y fe crecientes. Debemos atesorar la fe sustentada por el Santo Espíritu de Dios desde los primeros acontecimientos de nuestra experiencia hasta el tiempo presente. Necesitamos ahora una fe que aliente, que sea más profunda, más ferviente e inconmovible en la conducción del Espíritu Santo. Si al comienzo necesitábamos la prueba manifiesta del poder del Espíritu Santo para confirmar la verdad, hoy, con el paso del tiempo, necesitamos toda la evidencia en la confirmación de la verdad, más aun cuando vemos que las almas se apartan de
Como en los días de Noé. Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre. Lucas 17:26. “Siglo tras siglo las amonestaciones que Dios ha hecho al mundo por medio de sus siervos, han sido recibidas con incredulidad y falta de fe. Cuando la maldad de los antediluvianos indujo a Dios a enviar el diluvio sobre la tierra, les dió primero a conocer su propósito para ofrecerles oportunidad para volverse de sus malos caminos. Durante ciento veinte años oyeron resonar en sus oídos las amonestaciones que los llamaban al arrepentimiento. Pero el mensaje les pareció fábula ridícula, y no lo creyeron. “Los burladores llamaban la atención a las cosas de la naturaleza,—a la sucesión invariable de las estaciones, al cielo azul que nunca había dejado caer lluvia, a los verdes campos refrescados por el suave rocío de la noche,—y exclamaban: ‘¿No habla acaso en parábolas?’ Con desprecio declaraban que el predicador de la justicia era fanático rem
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