¿Pueden hablarnos los muertos?

              ¿Pueden hablarnos los muertos?

Las Sagradas Escrituras declaran que *“los muertos nada saben.” Eclesiastés 9:5. Sus pensamientos, su amor, su odio, han perecido.* Los muertos no se comunican con los vivos. Pero fiel a su antigua astucia, Satanás emplea este recurso a fin de apoderarse de la dirección de la mente.

Por medio del espiritismo, muchos de los enfermos, los enlutados, los curiosos, se están comunicando con los malos espíritus. Todos los que se atreven a hacer esto están en terreno peligroso. La palabra de verdad declara cómo los considera Dios. En los tiempos antiguos pronunció él severo juicio contra un rey que había enviado a pedir consejo a un oráculo pagano: “¿No hay Dios en Israel, que vosotros vais a consultar a Baalzebub dios de Ecrón? Por tanto así ha dicho Jehová: Del lecho en que subiste no descenderás, antes morirás ciertamente.” 2 Reyes 1:3, 4. 

Los magos de los tiempos paganos tienen su contraparte en los médiums espiritistas, los clarividentes y los adivinos de hoy día. Las místicas voces que hablaban en Endor y en Efeso están todavía extraviando a los hijos de los hombres con sus palabras mentirosas. Si se descorriera el velo ante nuestros ojos, podríamos ver a los ángeles malignos empleando todas sus artes para engañar y destruir. Dondequiera se ejerce una influencia para inducir a los hombres a olvidar a Dios, está Satanás ejerciendo su poder hechicero. Cuando los hombres se entregan a su influencia, antes que se den cuenta la mente se confunde y el alma se contamina. El pueblo actual de Dios debería prestar atención a la amonestación del apóstol a la iglesia de Efeso: “No comuniquéis con las obras infructuosas de las tinieblas; sino antes bien redargüidlas.” Efesios 5:11. 

En el error fundamental de la inmortalidad natural, descansa la doctrina del estado consciente de los muertos, doctrina que, como la de los tormentos eternos, está en pugna con las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, con los dictados de la razón y con nuestros sentimientos de humanidad. Según la creencia popular, los redimidos en el cielo están al cabo de todo lo que pasa en la tierra, y especialmente de lo que les pasa a los amigos que dejaron atrás. ¿Pero cómo podría ser fuente de dicha para los muertos el tener conocimiento de las aflicciones y congojas de los vivos, el ver los pecados cometidos por aquellos a quienes aman y verlos sufrir todas las penas, desilusiones y angustias de la vida?

 ¿Cuánto podrían gozar de la bienaventuranza del cielo los que revolotean alrededor de sus amigos en la tierra? ¡Y cuán repulsiva es la creencia de que, apenas exhalado el último suspiro, el alma del impenitente es arrojada a las llamas del infierno! ¡En qué abismos de dolor no deben sumirse los que ven a sus amigos bajar a la tumba sin preparación para entrar en una eternidad de pecado y de dolor! Muchos han sido arrastrados a la locura por este horrible pensamiento que los atormentara. ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras a este respecto? David declara que el hombre no es consciente en la muerte: “Saldrá su espíritu, tornaráse en su tierra: en aquel día perecerán sus pensamientos.” Salmos 146:4. Salomón da el mismo testimonio: “Porque los que viven saben que han de morir: mas los muertos nada saben.” “También su amor, y su odio y su envidia, feneció ya: ni tiene ya más parte en el siglo, en todo lo que se hace debajo del sol.” “Adonde tú vas no hay obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría.”

En ningún pasaje de las Santas Escrituras se encuentra declaración alguna de que los justos reciban su recompensa y los malos su castigo en el momento de la muerte. Los patriarcas y los profetas no dieron tal seguridad. Cristo y sus apóstoles no la mencionaron siquiera. 

La Biblia enseña a las claras que los muertos no van inmediatamente al cielo. Se les representa como si estuvieran durmiendo hasta el día de la resurrección. 1 Tesalonicenses 4:14; Job 14:10-12. El día mismo en que se corta el cordón de plata y se quiebra el tazón de oro (Eclesiastés 12:6), perecen los pensamientos de los hombres. Los que bajan a la tumba permanecen en el silencio. Nada saben de lo que se hace bajo el sol. Job 14:21. ¡Descanso bendito para los exhaustos justos!

 Largo o corto, el tiempo no les parecerá más que un momento. Duermen hasta que la trompeta de Dios los despierte para entrar en una gloriosa inmortalidad. “Porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibles... Porque es necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción, y que este cuerpo mortal se revista de inmortalidad. 

Y cuando este cuerpo corruptible se haya revestido de incorrupción, y este cuerpo mortal se haya revestido de inmortalidad, entonces será verificado el dicho que está escrito: ¡Tragada ha sido la muerte victoriosamente!” 1 Corintios 15:52-54 (VM). En el momento en que sean despertados de su profundo sueño, reanudarán el curso de sus pensamientos interrumpidos por la muerte. 

La última sensación fué la angustia de la muerte. El último pensamiento era el de que caían bajo el poder del sepulcro. Cuando se levanten de la tumba, su primer alegre pensamiento se expresará en el hermoso grito de triunfo: “¿Dónde está, oh Muerte, tu aguijón? ¿dónde está, oh Sepulcro, tu victoria?” Vers. 55 (VM). CS54 605.2

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